Hablamos con Cristina Mazariegos por el Día Mundial de la Diabetes

El 14 de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Diabetes, una fecha escogida en 1991 por la Organización Mundial de la Salud y la Federación Internacional de Diabetes coincidiendo con el aniversario del nacimiento de Frederick Benting, uno de los descubridores de la insulina en 1922, y reconocida oficialmente por las Naciones Unidas desde 2006 como jornada de sensibilización sobre esta enfermedad.

Desde hace algunos años, en el CB 6,25 no somos ajenos a la diabetes. Se calcula que hay más de 500 millones de personas diabéticas en el mundo y una de estas personas es nuestra jugadora alevín Cristina Mazariegos. Nadie mejor que ella misma para explicarnos en qué consiste esta enfermedad y de qué manera afecta a su vida diaria y a la práctica del baloncesto.

La diabetes, nos cuenta Cristina, «es una enfermedad por la que el páncreas no te produce suficiente insulina, entonces tu azúcar puede subir o bajar. Si sube, me tengo que pinchar insulina. Si baja, tengo que comer azúcar».

Cristina tenía siete años cuando fue diagnosticada de diabetes. «Los primeros dos días me dijeron que era un catarro, un virus. Después me hicieron una prueba de azúcar y di 480, y para el hospital», pues es una cifra muy por encima de lo considerado normal.

A día de hoy, nada impide que Cristina pueda jugar al baloncesto en el club más allá de tener que seguir una rutina específica para controlar los niveles de glucosa. «Primero empiezo por ver en cuánto estoy con el teléfono porque el sensor que llevo en el brazo está conectado al teléfono por bluetooth y se puede ver por una aplicación. Así, en los partidos o entrenamientos puedo ver, si estoy alta, cuánto me tengo que pinchar, que aproximadamente suele ser 0,5 porque no suelo estar muy alta, y, si tengo que comer, me tomo una barrita energética».

Durante los partidos, es habitual que bajen los niveles de glucosa. «Se podría decir que me pasa en casi todos los partidos porque haces ejercicio y el azúcar se disuelve». ¿Qué hay que hacer entonces? «Comer cuando pare y en el siguiente cuarto no salgo».

Para el resto de jugadoras del equipo también ha supuesto una novedad convivir con la diabetes en los entrenamientos y partidos. Nunca antes habían visto tan de cerca el día a día de una persona diabética. «Al principio me daba un poco de miedo porque la veía pincharse y eso, pero ahora ya estoy acostumbrada», dice Andrea Vidal.

«Tener una compañera como Cris es diferente porque cuando viene a los partidos a veces juega y a veces no, depende de cómo esté su azúcar o cómo esté ella. Muchas veces tenemos que cambiar a Cris para que pueda comer algo o pincharse insulina y pueda recuperar para seguir jugando a tope con el equipo», comenta Marina Ovalle. En ese caso, explica Andrea, las compañeras la apoyan «estando pendientes de ella, de cómo se encuentra, animándola y ayudándola».

Y es que, a pesar de las peculiaridades derivadas de la diabetes, Cristina es una compañera y una jugadora más del equipo. Para Andrea, «mola tener una compañera como Cris porque es muy buena y muy maja, y juega muy bien». «Es muy especial y muy buena persona», opina Marina.

La conclusión está clara para Cristina: «Aunque a mí me siga dando mucha guerra el azúcar, puedo seguir jugando al baloncesto en el mejor equipo del mundo con mis amigas». Y, como club, no podemos estar más orgullosos de ello.

 

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